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martes, 16 de septiembre de 2014

Diario (60)

16 de septiembre, 2014.

   Parece que hay serias posibilidades de que la reforma de la Ley del Aborto se quede en el cajón, o en un auténtico descojone. Después de dar la matraca con el derecho a la vida del cigoto y el genocidio silencioso de millones y millones de células, por lo visto la estrategia política marca otra cosa, y resulta que si hay algo sagrado es el poder. Quienes afirmaban desde su escaño que se estaban exterminando seres humanos no sé qué dirán ahora, cuando tengan que tragarse ellos la papilla a cucharadas. Ahí se verá si todos esos principios insobornables de los que tanto alardeaban son ciertos o simplemente otro camelo más. Si en verdad se creían lo que estaban defendiendo con tanto arrojo o no era más que una táctica para contentar a cierto sector de votantes y mantener así sus privilegios. Me muero de curiosidad.

   Personalmente no tengo muy clara mi posición con respecto al aborto. Es un tema sobre el que no me suelo pronunciar porque me genera muchas dudas, y en el que creo que hay que hilar muy fino. En principio soy favorable a una ley de plazos sensata, a que la madre pueda decidir siempre y cuando lo haga antes de que se haya llegado a un determinado nivel de desarrollo del feto, en cuyo caso ya me resulta más problemático posicionarme. En este punto estoy, aunque no es un tema que me resulte agradable ni sencillo, como supongo que a nadie le sucede, salvo a los que están radicalmente en contra en cualquier supuesto y ven así de fácil la solución. La ley más restrictiva de Europa en las últimas décadas fue seguramente la que se aprobó en Rumanía durante los años de Ceaucescu. El aborto allí era un delito gravísimo, penado si mal no recuerdo con diez años de cárcel como mínimo, y con controles ginecológicos exhaustivos a todas las mujeres para comprobar que no se hacía ninguno de manera clandestina o incluso casera. Las consecuencias fueron espantosas, como es sabido. La población empezó a multiplicarse a lo bestia y al final no había manera de mantener a las nuevas criaturas. A la mayoría se les produjo un sufrimiento que más valdría haber evitado, sin duda. Pero claro, quizá es que como eran comunistas no contaban con la inestimable ayuda de dios para proveer. No lo sé. Aquí por lo pronto tampoco parece que se esté enrollando mucho. Algunos ya cifran la pobreza infantil en dos millones, y aun los hay que reivindican los otros dos millones que faltan según sus cálculos, para mayor gloria. Creo que llegados a este punto habría que determinar si "la vida" es sólo llorar y cagarse de miedo, o si hay otros factores que influyen en semejante estado, como la capacidad de recibir alimento y cuidados, la dignidad, el libre y sano desarrollo... Todo esto me parece una reforma más necesaria y hasta imperiosa que la planteada, una condición sine qua non, pero curiosamente es algo que raras veces se aborda y que incluso se tacha de "demagogia" en muchos casos por los más pro vida del chiringuito. Para mi gusto es esa hipocresía lo que los hace poco creíbles así en general, y con las excepciones que seguro existen, aunque ahora habrá una ocasión estupenda para comprobar si sus más acalorados defensores públicos anteponen tales valores a los bursátiles o si todo era un farol para iluminados, y en el fondo les importa un huevo.

 

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