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martes, 10 de junio de 2014

Diario (53)

10 de junio, 2014.

   Siguen con la matraca de la fecha y el decorado de la coronación. Claro, como es algo ¡histórico!, dicho así con admiración, pues hay que machacar al personal: mire, por ahí viene la historia en un blanco alazán. ¿No la ve? Alguien dijo, creo que fue Borges, que la Historia con mayúsculas es pudorosa, que los acontecimientos con verdadero peso no se muestran hasta tiempo después de que hayan sucedido, y que cantarlos por anticipado suele ser un error, un exceso de soberbia. Todas las previsiones, finales de trayecto y demás aventuras premonitorias o perentorias siempre admiten matices, por no decir que son esencialmente falsas y artificiosas, y ya el tiempo se encarga de poner cada cosa en su sitio, que para eso está. Es en el fondo su único fin. Aunque existen también otras interpretaciones. Un amigo me decía una vez que si él fuese la Historia seguramente se avergonzaría de sí mismo, que también sería pudoroso en ese sentido. Es un detalle que se le pasó al argentino, pero que quizá no hace más que confirmar su teoría, o su adjetivo, y que desde luego también me sirve... Sólo hay que mirarla a la pobre, ahí con las mejillas coloradas que ya no se sabe si es rubor o sangre lo que tiene en el rostro y violentándose a la menor ocasión. Siempre tan tímida como temida.

   Pero en fin, al menos he podido conocer a un personaje fenomenal: Carlos Javier II. El candidato carlista - directamente al trono puesto que como es sabido no hay elecciones. Un montón de preguntas surgen al verle, la más importante de todas es quizá saber quién coño fue Carlos Javier I. Porque éstos, a diferencia de la Historia, no se cortan un pelo, han sustituido el moflete rojo por una boina nada menos, y por ahí se pasean tratando de hacernos entender que Fernando VII se equivocó una barbaridad, como si no lo supiésemos ya a estas alturas (porque pudorosa sí lo es, pero gilipollas no). Reclamándole, por así decirlo, al tiempo sus desaguisados, sus terribles confusiones sucesorias, y tirando una y otra vez del árbol genealógico como si fuesen rameras, desde La Haya para más inri. Su irrupción está siendo lo más divertido de todo. Pedir en pleno siglo XXI un duelo a muerte, una justa entre aspirantes, quizá sería exagerado, pero estaría bien algún tipo de prueba para señalar al futuro monarca. Los "troncos locos" o algo así, algo de humor amarillo. Clavar un espadón en Gibraltar y el que consiga sacarlo y traérselo de vuelta gana, conquista el peñón y a la peña. "¿Me puede ayudar Lanzarote?". "¡Claro que sí! Y además si lo consigues a la primera te llevas también un sillón con orejas de oro...". No sé, yo no le veo más que ventajas, aunque supongo que al final les iba a dar cierto pudor hacerlo. Después de todo son personajes históricos.

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