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martes, 3 de junio de 2014

Diario (50)

3 de junio, 2014.

   Cuando se habla del Rey de España ya no se añade la fórmula "por la gracia de dios". No sé si es que la corte ha perdido su gala, como decía Góngora, o el todopoderoso su sentido del humor, como muchos sospechamos, pero lo cierto es que la coletilla ya no se lleva - cosa que, por otro lado, se han encargado de recordarnos últimamente muchos columnistas estirados. No es de extrañar. Si el llamado derecho natural crea problemas teóricos, no digamos ya invocar al divino, que no sólo es menos sólido, sino directamente un callejón sin salida. Así que a lo que se apela por lo común es a su campechanía, que no deja de ser también una especie de gracia, aunque en el fondo mucho más pedestre y desangelada. Parece como que no se marca demasiado la diferencia entre un monologuista y un monarca.

   Existe, en esta línea, una suerte de manía por modernizar cada vez más la institución. Con Juan Carlos I fue un mantra que repitieron hasta el delirio todas las criaturas duchas en enjabonar, y ahora con Felipe VI yo creo que se va a convertir como mínimo en un hashtag de esos. Cualquier día harán un scratch (no confundir con escrache, que sé en qué país vivo) cuando suene el himno, y el lugar del tradicional "¡Viva España!" gritarán "¡Hip-hop hurra!" o cualquiera sabe... Puede incluso que alguna infanta se anime a rapear en lugar de reparar, improvisando co, y nos llame toyacos y cosas así.

  No sé si me gusta esta tendencia. Soy el clásico gilipollas que prefiere las misas en latín, aunque lo suspendiese en el instituto, y que no aprobaría un centro comercial en el Partenón. Si, como ha quedado claro, la presencia de un rey no tiene nada que ver con los designios inescrutables del señor, ni menos aún con los escrutinios de votos, queda sólo la tradición como argumento, la majestad de las formas antiguas, y en ese sentido reformar sus esencias es como negarlas. Por no hablar del pésimo gusto que suelen tener al hacerlo. Miedo me produce su concepto de dar algo por cool.

  Un rey no es un mero terrateniente, es un terracapitángeneral. Con muchos más galones y megalomanía. Y ya que, por lo que parece, no van a dejarnos opinar sobre si lo queremos o no, al menos que no cambien la corona de siempre por una gorra de NY y nos permitan tener una familia real impecable, solemne y en su sitio; de las que respetan la pompa secular y no se cuelan en la burbuja. Ya que por lo que parece no se puede rechistar, pues eso, joder, que no hagan chistes tampoco...

   

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