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jueves, 8 de mayo de 2014

Diario (40)

8 de mayo, 2014.

    Hace un par de días estuve viendo un documental sobre Ucrania para ver si podía aclararme un poco con la situación que se está creando. Por supuesto no lo conseguí. La gente que parecía más cabal, así centrada y decente, transmitía más perplejidad y temor que otra cosa; y los del género bengalas y venganzas generacionales pues un poco lo de siempre: que tenían una bandera con un ave rapaz del tatarabuelo y que estaban dispuestos a fostiar a muerte a cualquiera que llevase otro estandarte. Mucho discurso y poco discurrir en definitiva. Había incluso unos que decían luchar por "una Europa blanca". De los patrioteros a dolor. Siendo de donde son pensé que con un poco de suerte tal vez se referían a extender por todo el continente la nieve, tan típica y característica de allí... Pero me da que no, que buscaban sus victorias por otros derroteros. En realidad eran, simple y llana la mente, nazis. Y conste que lo digo sin ningún apasionamiento, como quien ve una circunferencia gruesa de caucho con el centro metalizado y afirma que se trata de una rueda de coche. Cierto que podría también ser de tractor (la rueda, no yo: dios me libre con la mala leche que se gastan ésos con todo lo que sea detractor). Aunque nazis de libro, vamos, con las mismas visiones y misiones metafísicas. No había manera de sacar nada en claro, ni con subtítulos.

   La prensa tampoco es que aclare mucho. Los muy tiburones hablan de tuberías, de los potenciales problemas en la distribución del gas y los numerosos inconvenientes que podrían darse en las estufas de las capitales europeas - y no digamos ya en las estafas de los capitales, que también. Pero nasti de profundizar, de indagar en la indignación; cuentan otra película de buenos y malos, de las fuerzas de la libertad contra los pérfidos separatistas periféricos, prorrusos encima, y ya está todo explicado, hasta a qué partido tienes que animar. Nadie parece haberse dado cuenta de que todo es en el fondo una chifladura monumental, y que como dijo un día una señora nada hay que no pueda remediar un buen butanero.

   En serio, llega un momento en que todas las coartadas políticas que se usan se quedan cortas para justificar determinadas situaciones. Las miras con calma y sólo ves una enorme patata caliente. Si les quitas la monda, que siempre la hay, lo que te encuentras es más puré que pureza, un conglomerado pastoso de estupidez y codicia de los que queman a cualquiera que intente probarlo, o edificios enteros incluso. Pero ahí se acaba: ni sabiduría, ni dignidad, ni belleza, ni pollas heráldicas volando hacia el blanco futuro. Sólo gilipollez en estado de ebullición, y sus sempiternas víctimas, que si acaso son lo único por lo que merece la pena seguir cavilando sobre todas estas memeces de niños caprichosos y adocenados con sus ideologías de mierda. Lo que pasa en Ucrania es lo habitual: que somos idiotas congénitos, y más aún con gentíos, y que a causa de esa lamentable tara es muy posible que acaben muriendo muchas personas como suele suceder. Pero nada más. Ni pizca de sentido en cualquiera de las direcciones... Sólo grupos de exaltados voceras pretendiendo tener razón. Los más manazas amenazando con arreglarlo todo.

 

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