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martes, 13 de mayo de 2014

Diario (42)

13 de mayo, 2014.

   Fallece la presidenta del Partido Popular leonés tiroteada por "fuego amigo", ese macabro eufemismo que suele utilizarse en las guerras cuando las muertes se producen dentro del mismo bando. Hasta donde yo sé a manos de una ejemplar familia castellana: el padre inspector de policía, la niña ingeniera y militante activa de la derecha, etc... Difícil relacionarlo con los escraches, que, se esté a favor o en contra, son otra cosa, pero se está intentando por todos los medios, poniéndose incluso en tela de juicio por algunos que se trate de una venganza personal, sino de una acción "vinculada al cargo" (Isabel San Sebastián dixit). Bueno, las venganzas personales se llaman así porque están dirigidas a una persona en concreto, con independencia de si el desencuentro que las motiva se produce en un bar o en el despacho. O sea, que tienen un nombre propio y las desencadena un hecho en particular, o una acumulación en el tiempo de varios relacionados con la misma persona. Me voy a cargar a Mengana porque me ha hecho tal y cual, punto; no me sirve el mismo cargo del mismo partido en Zamora o en La Rioja, o quizá otra señora que eventualmente pudiese ocuparlo en la misma provincia. A la que odio hasta el punto de apretar el gatillo es a ésa y a nadie más en la agrupación política, de la que en realidad soy votante...

   Ocurre que hay un enorme interés en separar determinados actos de la gente que los lleva a cabo, de su voluntad de hacerlo. Los despidos masivos, por ejemplo, suelen considerarse meras decisiones empresariales, tomadas por personas jurídicas o incluso por números y porcentajes y no por seres humanos concretos, que casi da la impresión de que operan para ejecutarlas sin que influya para nada su raciocinio, como autómatas que aplican los dictados de unas gráficas y unas previsiones. Los números son como pequeños dioses que se manifiestan para pedir sacrificios de ganado por las pérdidas, divinidades pitagóricas cuyos deseos interpretan los sacerdotes del asunto y todos debemos cumplir sin cuestionarnos si tiene o no algún sentido hacerlo, o qué propósito último encierran tales órdenes, cuál es el paraíso que nos espera. Así que cuando algún eslabón se rompe de manera violenta el estupor y la confusión están servidos y empieza la herejía para los elegidos devotos, para los creyentes en la precisión ciega y evidente del sistema; la barbarie que podría destruir el equilibrio social. Por eso quizá a algunos les cuesta entender que se trate sólo de "una venganza personal": lo ven como un desafío en toda regla al orden natural, a la casta que aplica los mandatos de los Mercados sin pasión ni sentimiento alguno, con una asepsia casi hospitalaria. Como quien sencillamente hace una división, ya sea de cifras en un papel o entre los que van a salvarse y los que no. No existe, pues, responsabilidad de hecho o derecho, ni deberían existir por tanto consecuencias en sus acciones, porque vienen condicionadas por un poder superior a ellos mismos y que no pueden controlar, que simplemente obedecen a su pesar a veces y siempre por un bien y un fin más elevados. La muerte que vemos cada día nunca es para ellos, en definitiva, algo personal. Sólo política nacional o de empresa...

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