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lunes, 21 de abril de 2014

Diario (36)

22 de abril, 2014.

  Ayer cumplí treinta y nueve. Una edad estadísticamente perfecta para que me capte alguna secta. Por lo demás, bastante anodina. Nadie usa la palabra "treintainueveañeros", y por algo será, aparte de que suena como el culo. Los cuarenta ya son otra cosa, una cifra con más empaque. Ahí es donde a uno le llega la crisis (interna) y se hace preguntas trascendentes, mirando así entre de morros y con morriña las cosas que deja detrás. Por no hablar de lo que evoca: los cuarenta ladrones, los cuarenta principales... las nunca bien ponderadas cuarentenas del medioevo... Al parecer nacieron en Dubrovnik, por los barcos llenos de apestados que arribaban en esa época. Llegó un momento en que no les permitían atracar ni de coña a los contagiosos. Primero fue un período preventivo de treinta días, pero luego lo aumentaron a cuarenta para mayor seguridad. Nadie pensó en el treinta y nueve, y mira que entonces eran cabalísticos a más no poder, con profetas y alucinados religiosos calculando el fin del mundo hasta en la sopa. Aunque ni dios visionó ese número, qué curioso. Instaurar la treintainueventena ni se les pasó por la cabeza. Así que no sé, mejor la ignoro yo también - por no traicionar la tradición, que además creo que ya es delito otra vez - y espero al próximo año a ver si llegan reflexiones elevadas y la añoranza de la inocencia. O un minijob de esos por lo menos...

   

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