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jueves, 6 de marzo de 2014

Diario (27)

6 de marzo, 2014.

   Leo que hay varias universidades, entre otras la de Salamanca y la Complutense, peleándose por los servicios de "El Juli". Además de matador es experto en cultura taurina, así que si alguien quiere saber lo que es un burladero o cómo le dio Teseo la puntilla al Minotauro ya sabe dónde debe acudir. Sabíamos, porque nos lo habían repetido hasta la saciedad, que la ley de la oferta y la demanda aumentaría la cantidad y calidad de los programas de la tele, aunque poco sospechábamos que lo iba a hacer también con los académicos. Al contrario que la de Murphy es ésta una ley que todo lo mejora, con la ventaja además de que se autorregula y hasta te puede tocar un auto de regalo, o una Pepona. Todo beneficios, sí señor, claro que las reformas son todavía sólo embrionarias o antiabortistas y hay que ahondar más en ellas como muy bien señalan los tertulianos. Creo que un buen reality: "Mira quién enseña", con diestros haciendo lecturas críticas de "Ifigenia en Táuride", estaría bien para abrir boca, o "La metafísica es así", con futbolistas explicando las concomitancias y los divorcios de sus modelos. Únicamente tendrían que sustituir el anglicismo de "el Míster" por el de "el Ser", y listos todos. Lloverían euros en los campus.

   Contaba Montaigne en uno de sus ensayos, más o menos, que el mayor valor de la filosofía, y por extensión del conocimiento, era poner en evidencia nuestra ignorancia, conseguir que la tuviésemos siempre presente. Aunque no como un espectáculo o algo de lo que rodearse y en lo que regodearse, claro, sino más bien como una especie de medicina preventiva; para no cagarla demasiado, vamos, que es como una tendencia viciosa que tenemos, y actuar con un mínimo de juicio y hasta de juicios si se puede. No olvidar nunca que somos idiotas peligrosos en suma. Los que de manera constante joden con la religión del progreso olvidan esta reflexión tan importante. Y no sólo la olvidan, sino que la menosprecian. Piensan en el importe de los asuntos, no en la importancia, y asumen que la victoria es el único vector relevante en todo este juego de fuerzas que interactúan. La función fundamental de la llamada cultura, si es que alguna tiene, no es generar más ingresos, sino saber vivir mejor. Si no con un amor cierto al menos con cierta armonía, sin andar a hostia limpia y destrozándolo todo. "Hacer bien las cosas importa más que hacerlas", escribió Machado, y ése es el meollo: no consiste en conquistar sin medida, ni siquiera en optimizar costes y medios, sino sencillamente en dejar de ser unos cabrones codiciosos y buscarse otra afición y otro propósito. Así de fácil. Y en ese sentido las lecciones que pueda dar un torturador vocacional de animales me entran por las orejas y me salen por el rabo. Esa clase de maestros son los que sobran, y no los interinos.



 

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