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miércoles, 29 de enero de 2014

Diario (19)

29 de enero, 2014.

   El otro día encontré en la Cuesta de Moyano un ejemplar potable de "La aventura equinoccial de Lope de Aguirre", de Ramón J. Sender. Es una novela a la que hace ya tiempo que le había echado el ojo; tiene fama de ser la mejor que se ha escrito sobre el conquistador abollado, y eso que sobre Aguirre y su antiepopeya han corrido ríos de tinta y hasta de metraje. (O sea, que me la traje). Es un libro que se lee con gusto; bien documentado pero sin atosigar. Párrafos cortos sobre todo, frases directas y yo diría que hasta muy cinematográfico, en el sentido también de que te mete con habilidad en la historia que cuenta y en la otra, la que se escribe con mayúscula. Los diálogos están muy logrados además; recuerdo, por ejemplo, una intervención en uno de doña Inés, la mulata que ejerce de mujer fatal, cuando estaba ya liada creo que con su tercer gallego: "Me gustan los españoles. Querría ser la viuda de todos ellos". No lo consiguió pero por poco.

   Claro, hay que imaginar a trescientos barbudos mesetarios navegando durante meses Amazonas adentro. En busca de "El Dorado", el lago de oro. Un trecho largo. Dándoles mandobles a las ramas, descoyuntando y volviendo a armar bergantines, y puesto que eran españoles del dieciséis atizándose también sus buenos tizonazos, que allí el menos tarado estaba para ingresar en urgencias. Los indios motilones no podían ni soplar la cerbatana del canguelo con toda aquella tropa. No sabían lo que era el ganado caballar ni un granado caballero; los veían andar por ahí a arcabuzazos con los caimanes, a ñascos con los macacos y hasta las mariposas del río si hacía falta, y los pobres se acurrucaban en un rincón del poblacho con los mosquitos, por si las moscas. Se deshacían en reverencias y ofrendas para librar. Yo creo que cuando les indicaban el camino era más que nada por ver si se piraban bien lejos. ¿La dirección de El Dorado? No faltaba más... y la de la cueva esmeralda del tucán y su parienta la que canta si quieres... Por allí todo recto, paisa... ¡A trescientas y pico lunas!... Loros y papagayos se burlaban en la espesura de la jungla, aunque pa'gallos ellos, los gloriosos marañones. Venga, todos a remar con brío que he visto brotes verdes. "¿Está seguro vuesamerced?". "Joder, míralos Garcinúñez... Gordos como puños, y a puñaos".

   No es de extrañar que este episodio haya movido tantas plumas, de cacatúa incluidas. La biografía de Lope de Aguirre, cuyas andanzas van mucho más allá - participó en las guerras civiles de Perú, con coraje y después cojera; se cargó a un juez y luego persiguió durante años al funcionario que le había azotado; mató al gobernador de Potosí; proclamó a su bola y luego asesinó al Rey Fernando I el Sevillano; declaró abiertamente la guerra al de España... - da la impresión de haber sido vivida para novelarla después. Es uno de esos personajes en los que la realidad, solo pararse a pensarla, supera claramente a la ficción. Imparable, hasta el punto de que el propio Felipe II prohibió en su día citar su nombre y que fuese recordado. Aunque salta a la vista que el expediente tuvo tanto éxito como la expedición.



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