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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Diario (8)

11 de diciembre, 2013.

   Hace un par de semanas Felipe Zapico me invitó a escoger y recitar un poema en la presentación de su nuevo libro: "Cosas". Lo de nuevo es un decir, porque el poemario fue escrito en 1981; digamos que el que acaba de editar. Andaba pendiente de que me avisen para un trabajo "en navidades", y de entrada había condicionado mi asistencia a que eso sucediese o no. Pero dado que últimamente solo recibo llamadas así como de otros planetas, de voces robóticas que quieren hablar conmigo de tarifas con delfines y flipazos de ese calibre, pues iré encantado.

    Felipe es una de esas imprescindibles moscas detrás de la oreja, si no cojoneras, que les salen a todos los sistemas establecidos. De esas que dicen cosas como que "la colonia huele mal". Volviendo de Londres en avión me sentaron en una fila de cacatúas británicas que iban probando compulsivamente todo el muestrario de perfumes "libres de impuestos"; echándose rociadas generosas de cada frasquito en los dedos para luego metérselos por la tocha. La pestuza era mareante, hasta la arcada. No sabía uno si abrirse en canal o arrojarse a él sin paracaídas. Lo curioso es que, hasta que ayer me puse a leer su "Litro de versos", nunca había escuchado a ningún poeta contar semejante realidad de un modo tan claro. La colonia, en efecto, huele singularmente mal, y en plural todavía peor. Este es un verso absolutamente bukowskiano, influencia reconocida por Felipe y en especial en la obra a la que me refiero. Me recordó a aquel poema de Hank en el que, durante un viaje en tren por la costa, un niño iba mirando durante todo el trayecto por la ventanilla y de pronto decía que el mar era feo. "La pura verdad, y nunca hasta entonces me había dado cuenta", concluía él (cito de memoria). La poesía es, en buena medida, éso, y con Zapico no hay atracos ni otra cara. Cuando dice que Damasco es porque es cierto, y además precisamente allí, donde bombardean a los críos y hay demasiada gentuza empeñada en que nadie se huela el verdadero meollo, el tufo a estupidez y codicia. Felipe hace una lista de los idiotas y la recita a gritos, con un vozarrón bizarro. Que para eso es leonés.

   Muchos de sus poemas (no todos) son auténticos mosqueos. Con la élite política y con las alitas poéticas. Redondo, rotundo: si ellos tienen difusores y sprays pues él también, no te jode, y toda la intención de usarlos sin complejos. "Yo escribo sin su dinero", así de claro. Ni lo necesito ni lo quiero.

   Aunque de ser una apisonadora irritada, irredenta, puede pasar a apasionado todoterreno. A ser una de esas moscas amigas de Machado. Pasarse las horas fotografiando orillas y cigüeñas, o descubrirse de pronto como el doble secreto de Orson Welles o el inspirador no reconocido de la última portada de Reverte (creían que adelgazando al pipas no iba a darse cuenta. Se ve que no le conocen bien. Aunque no ha denunciado para no darle otro disgusto a Mr.T). Tiene, además, poemas de amor magníficos. Ayer por ejemplo leí éste: "El columpio / había quedado roto/ los niños lloraban / y tú solo pensabas / en librarte de mí / en romperme". En "El ladrón de peras" hay toda una sección: "Opérculos sobre tus párpados", que no tiene desperdicio. Me hizo descubrir a un Zapico de registros que ni sospechaba. "Es tiempo de intemperie / desolación / cierzo en la memoria / cenizas. / Una píldora para / matar el abatimiento.  // Es tiempo de abatimiento / y ya no estás / nunca vas a estar, / ni te olvido / ni lo intento". Zapico es un hombre de grandes dimensiones, eso es evidente, y en él caben todos los temas, o al menos todos los que importan. Afirmaba Monterroso en una de sus frases más conocidas que solo hay tres: el amor, la muerte y las moscas... Pues eso, todos. Mezclados y agitados.

No beses
si no amas.

No des la mano
si no sientes afecto.

No des la espalda
ni a tu padre.

1 comentario:

  1. Joder Pablo me dejas sin palabras, sin fotos, casi, casi sin moscas.
    Gracias hermano por tu cariño...
    Salud

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