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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Dos poemas de Juan Gil-Albert.

     LO QUE SE NOS ROBA

Uno quisiera que el vivir fuera lo mismo que parece,
que el sol nos alegrara cuando por los desiertos avanza hasta nuestras ciudades de piedra,
que el mar sólo se preste para el feliz camino de los hombres,
que lo que llaman horas de descanso estuvieran de veras dedicadas al sueño.

Se quisiera que así como lo vimos infantiles,
un trajinado paso que no alteran las sombras
fuera el vivir, intenso desarrollo que se cumple
sin que doblez alguno atosigue esa fauna que contiene.

Quisiéramos habernos encontrado para vivir la vida que nos hizo,
no seguros lugares de molicie donde los ríos pasan,
pero nunca este suelo saqueado que imponéis al que llega,
dueños agonizantes que aun resisten con su fétido aliento.

.....

                       EVIDENCIA

Que no importa ya que mi plato esté colmado de carne,
que no importa que los proyectos sean fáciles en avión
y que esas gentes sonrían aún como pájaros hermosos
el pasar por el mundo en un carro de espumas.
Que no importa que sellemos las puertas en la noche silente
para darnos ya solos la música robada
como seres postizos que le toman un miedo a la selva;
no importa que del fuego hayamos hecho ese dulce refugio,
como tras de mamparas de felpa saborear los libros,
para que todo sea, como es,
una cosa terrible que se mueve.

     (Juan Gil-Albert: "Mi voz comprometida (1936 - 1939)", ed. Laia, 1980, pp. 98 y 100)

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