Etiquetas

miércoles, 30 de enero de 2013

Mis tiranos favoritos (11).

     SÉKOU TOURÉ

    Hubo múltiples complots contra él. En 1960 uno organizado por intelectuales tarados y fuerzas decadentes. Al año siguiente fueron elementos de extracción feudal y anarquista con el apoyo de las embajadas imperialistas y soviéticas los implicados (o sea, que quedaron cuatro o cinco por participar). También los pequeños comerciantes en 1963, o, en 1965 - ya algo más crecidos - los grandes comerciantes; médicos, quintacolumnistas de las SS nazis que escaparon de Núremberg a Guinea, la etnia fulbé... ¡hasta los futboleros con vuvuzelas debieron de apuntarse a algún potencial magnicidio de los de entonces! Y es que con Touré eran constantes, tipos de lo más viciosos sus compatriotas. Contaba que en cierta ocasión se le averió el coche y mientras lo reparaba escuchó a una banda de terroristas hablando de matarle. No por la radio, sino allí mismo, a escasos metros. Al salir solía llevar escolta, pero ese día no, se le había olvidado en palacio, ¡todo y toda una contrariedad! Aunque lejos de amedrentarse se acercó a ellos caminando con pose de pecholata sobrado de pelotas para pedirles un gato - tal cual lo relataba. Encarándoles con ese garbo consiguió que aquellos depravados huyesen despavoridos, sin el menor ánimo de prestárselo. Menos mal que eran unos terroristas un poco cagones, porque si no tal vez podrían habérselo cargado. Claro que Sékou era así: un fabulador fabuloso. Por donde él pisaba no volvían a creer los polígrafos. Yo no digo que todo lo que diga sea siempre verdad, pero yo diré siempre la verdad... Mi palabra no es una montaña... Así se las gastaba tergiversando.

     Se había ascendido a Infalible Responsable Supremo de la Revolución, aunque también le hacía gracia que le llamasen cariñosamente Sily (con una ele: elefante). Publicó más de cincuenta obras sobre todo tipo de temas, con consejos culinarios incluso. Para desayunar recomendaba un buen tazón de lafidi - nada de té o café - y... ¡tortas!, que quitan el hambre y dan brío. Si no estabas a favor del menú la especialidad del chef era la llamada "dieta negra", que consistía en la privación absoluta de comida y agua; dieta eficacísima para perder peso político que tuvieron que probar desde varios ministros a un jefe del ejército. En realidad la ideología oficial de Guinea era el llamado pensamiento Sékou Touré. Comprendía desde las matemáticas a la antropología y la religión, y por supuesto era el que se enseñaba en escuelas y universidades. Lingüística también, como pudieron comprobar los asistentes a una reunión de la UNESCO, que recibieron una prolongada clase magistral gratis. Con tanto como abarcaban sus discursos eran inacabables, podían durar hasta ocho horas horrorosas. Sin embargo su aportación más emblemática fue de tipo político: un sistema al que denominó comunocracia (financiado en parte por el Banco Mundial, a instancias de EEUU), con el propósito de crear un Nuevo Hombre Africano. Se trataba de un cóctel bastante libre, de barril, entre el marxismo y algunas máximas de la chata de los globos. Todo bien agitado y con rodajas de disidente.

     Le gustaba presentarse como un anti imperialista de pro. El hombre que había conseguido que se fuesen los franceses del país, y una tercera parte de la población de paso - aunque también logró, eso sí, que les visitase Harry Belafonte y recatar a base de recortes los peinados ye-ye. Con esas tendencias no es de extrañar que el franco se devaluase hasta el punto de que si dabas de limosna un billete de cien te lo devolvían con un pin de Hello Kitty de regalo para la solapa, y lo mismo ocurrió con la nueva moneda - una monada - que sacaron: el sily, con una sola ele otra vez. Suerte que los norteamericanos apoyaban económicamente a aquel peligroso gobierno de izquierdas, y la España franquista, y al final hasta el Vaticano, que acabó dando su bendición, y en fin, los franceses también, qué cojones... no iban a estar siempre de morros. De hecho en 1976 tuvieron que echar mano de una ley del siglo diecinueve para prohibir la publicación allí de un libro: "Prision d'Afrique", donde se relataban las atrocidades de Boiro, un campo de exterminio para reticentes con decenas de miles de víctimas. En cuanto Sékou dejaba de diquelar a los díscolos sacaban un libro, como churros, como él. Menos mal que para según qué cosas siempre se puede contar con los socorridos capitalistas, que valoran más el uranio que a los seres humanos, que si no quizás habrían llenado los estantes extranjeros con sus tonterías: todo propaganda anti anti imperialista y letra impresa sobre los presos. Porque había títulos y relatos como para aburrir en espera, un aluvión de resentidos a los que habían toureado pero bien... gente aviesa y sin visión. No intelectuales de su categoría.
   

   

No hay comentarios:

Publicar un comentario